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HISTORIAE

La Guerra Decélica (III)

Ilustración que recrea la batalla naval de las Arginusas

¿Qué es la Guerra decélica?

La Guerra del Peloponeso fue una serie de conflictos que enfrentaron entre el 431 y el 404 a.C. a la Liga de Delos capitaneada por Atenas contra la Liga del Peloponeso liderada por Esparta, con el objetivo de conseguir la hegemonía del mundo griego. A la hora de estudiar la Guerra del Peloponeso (431 – 404 a.C.), los historiadores solemos dividirla en cuatro fases distintas: la Guerra arquidámica o Guerra de los Diez Años (431 – 421 a.C.), la Paz de Nicias (421 a.C.), la Gran expedición a Sicilia (415 – 413 a.C.), y la Guerra Decélica (413 – 404 a.C.). En este artículo vamos a ver algunas de las victorias y derrotas que tuvieron Atenas y Esparta en los años finales de la guerra.

Todo ello está contextualizado en la cuarta de las fases de la Guerra del Peloponeso, en la llamada Guerra decélica o Jónica (413 – 404 a.C.), debido a los dos principales frentes donde se libró: Decelia, una localidad cercana a Atenas desde donde la ciudad fue incesantemente atacada; y la costa jónica, al oeste de la península de Anatolia, donde se sucedían las revueltas y rebeliones contra Atenas.

Mapa de las ciudades y regiones del mundo griego en la Guerra decélica, incluyendo Atenas y Esparta
Mapa de las ciudades y regiones del mundo griego en la Guerra decélica

Un giro en los acontecimientos

Poco después de la caída del gobierno oligárquico de Atenas, el detallado relato de los hechos de la Guerra del Peloponeso hecho por Tucídides se interrumpe. Por este motivo, las principales fuentes de conocimiento que tenemos sobre los últimos años de la guerra son básicamente los escritos de Jenofonte y Diodoro de Sicilia. Basándonos en estos tres autores, podemos saber que Atenas consiguió tres importantes victorias en las batallas navales de Cinosema, Abidos y Cícico, entre el 411 y el 410 a.C. Estas derrotas del bando espartano fueron al parecer tan importantes que hicieron voltear la tortilla respecto a la situación anterior. De ese modo, en el verano del 410 a.C. fueron los espartanos los que realizaron propuestas de paz a los atenienses.

Precisamente, fue la victoria en la batalla de Cícico (marzo del 410 a.C.) lo que restableció el orgullo y la insensatez a los atenienses, quienes no dudaron en rechazar la paz ofrecida por Esparta y restablecer su sistema democrático unos meses después. No obstante, ya nunca volvió a ser cómo antes. La paranoia sobre nuevas conspiraciones oligarcas, sumada a las experiencias ya vividas, conllevó una radicalización de la democracia ateniense. Esto se reflejó en el hecho de que se obligó a todos los ciudadanos a prestar un juramento de lealtad según el cual se podía asesinar a cualquiera que intentara derrocar el sistema democrático de Atenas, y sin que fuera considerado un delito.

Alcibíades con las cortesanas, cuadro de Felix Auvray (1833)
Alcibíades con las cortesanas, cuadro de Felix Auvray (1833)

Fracasos y victorias de Atenas y Esparta

Los años posteriores a la reinstauración de la democracia (409 y 408 a.C.) siguieron siendo favorables para Atenas en el plano militar. Se recuperó Tasos y algunas posiciones en Tracia, y Alcibíades conquistó Bizancio y Calcedonia. No obstante, el final de este político ateniense ya estaba escrito.

Entre finales del 407 a.C. y principios del 406 a.C., la flota ateniense que dirigía junto a Antíoco fue derrotada en la batalla naval de Notion. Por un lado, en el bando aliado, esta derrota provocó que Alcibíades fuera obligado a abandonar definitivamente el mundo de la política griega. Por otro lado, en el bando espartano, esta victoria tuvo dos importantes consecuencias: el gran auge en la escena política de Lisandro, líder de la flota espartana en aquella batalla, el mejor de los generales de la antigua Esparta, y uno de los mejores de toda la Historia antigua griega; y la estrecha colaboración del imperio Persa con Esparta, reflejada en ayuda económica y en la amistad de Lisandro con Ciro, hijo del emperador persa Darío II.

En ese mismo año, en el 406 a.C., se producía la última victoria naval que tendrían los atenienses en la Guerra del Peloponeso. En las islas Arginusas, frente a la isla de Lesbos, la flota ateniense hundió unas 75 naves peloponesias, resultando muertos unos 20.000 griegos entre ambos bandos. Más allá de estos impresionantes datos, la batalla de las Arginusas sería famosa por lo que pasó después de la misma. Por causa de una gran tormenta que hizo imposible intentar rescatar a los supervivientes que nadaban en el agua o a los cadáveres que flotaban en el agua, los líderes decidieron abandonarlos a todos.

Ilustración que recrea la batalla naval de las Arginusas
Ilustración que recrea la batalla naval de las Arginusas (Arrecaballo)

Cuando las noticias de lo sucedido llegaron a Atenas, la asamblea enardecida se reunió para tomar una medida extraordinaria. Para los griegos, la recuperación de los cadáveres de una batalla era muy importante, ya que si éstos no recibían los ritos funerarios adecuados, sus almas estaban condenadas a vagar errantes eternamente por el Hades, sin hallar reposo en ninguna parte. Seis de los generales que dirigieron la batalla fueron juzgados todos a la vez, condenados y ejecutados.

Este terrible suceso supuso la propia autodestrucción ateniense, ya que habían matado a sus mejores generales, demostrando así el total funcionamiento de la democracia radical de Atenas. Después de esta situación, la rendición de Atenas y el final de la Guerra del Peloponeso estaba ya al alcance de la vista.

Bibliografía

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